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sábado, 1 de junio de 2013

LAS EXTERNALIDADES


Supongamos que vivimos en un pequeño pueblo y  ponemos flores a nuestra casa, de la que disfrutamos nosotros, pues la hace más agradable. Y algún vecino hace lo mismo. Gracias a eso, aparece por algún sitio de Internet o en algún periódico fotos del pueblo y la demanda de alojamiento en las 2 casas rurales que hay en la localidad crece, aunque sus propietarios no se hubiesen unido a la iniciativa de los vecinos. ¿Qué ha ocurrido? Que tendremos un ejemplo de externalidad positiva.
En economía una externalidad es cuando los costes o beneficios directos de una actividad no reflejan los costes o beneficios totales de dicha actividad. En nuestro caso, el beneficio directo nuestro al mejorar la decoración de nuestra casa es claramente inferior al beneficio total que genera en nuestro pueblo.

También puede darse en sentido contrario. Supongamos que cerca de nuestro pueblo hay un rio y la gente tanto del pueblo como los visitantes aprovechan para disfrutar paseando por su rivera, y comer en su agradable entorno. Un poco más arriba se instala una industria que empieza a verter residuos en el rio. Esto crea nos crea un coste: el rio se deteriora y deja de ser agradable su vista y el comer cerca de él. En cambio, la empresa no interioriza este coste, su coste individual es menor al total real. Tenemos una externalidad negativa.
 
¿Cómo solventar esto? Uno de los principales economistas que abordó este tema fue Arthur Pigou, quien indicó que era necesario introducir un impuesto que haría internalizar al causante del “daño” el coste que estaba generando. Con ello a lo que le cuesta producir a la empresa de nuestro pueblo se le suma el impuesto y esto sería igual a lo que le cuesta a la sociedad que la empresa produzca.

Posterior a Pigou, Ronald Coase plantearía otra solución a este problema mediante “el problema del coste social”: mediante negociaciones se puede resolver el asunto. La empresa negociaría con el pueblo y este último pagaría una cantidad a la empresa para que reduzca su contaminación. Con ello conseguiría que volviesen los turistas, más gente quisiera vivir en el pueblo,.. Si estos beneficios superan al pago realizado a la empresa, la localidad se habría visto beneficiada.
También se puede plantear al revés, y que la empresa abone una cantidad al ayuntamiento y este le permita seguir contaminando. Si lo que abona es superior a los beneficios que deja de tener por permitir la contaminación, la solución habrá sido beneficiosa para nosotros.

Para que esto se produzca los derechos de propiedad tienen que estar bien definidos, los costes de negociación ser bajos, y que todos tuvieran una correcta información. Por tanto ¿es posible la solución planteada por Coase para un bien público? Difícilmente, pues en estos no está definida claramente la propiedad. ¿Cómo negociar el mantenimiento del aire puro? Este es un bien del que no se puede excluir a nadie y que afecta a nivel mundial. Una de las soluciones que se han planteado son los “derechos de emisión” en el que se establecen unos límites para contaminar a las empresas. Aquellas que contaminan menos pueden vender sus derechos a aquellas que más lo hacen para poder sobrepasar el límite establecido.
¿Existen externalidades en la sanidad o educación? La respuesta sería afirmativa. Si conseguimos que una mayor parte de la población esté vacunada ante alguna enfermedad, todos se benefician, incluido los no vacunados, ya que también reducen su probabilidad de adquirir la enfermedad. Asimismo, que una sociedad esté bien formada es beneficioso para todos. Por tanto, el beneficio social es superior al individual. Por lo tanto, si tiene acceso a la sanidad y a la educación gente que no pueda hacer frente a su coste, el beneficiado no es solo él, sino toda la sociedad.

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