Supongamos que vivimos en un
pequeño pueblo y ponemos flores a
nuestra casa, de la que disfrutamos nosotros, pues la hace más agradable. Y
algún vecino hace lo mismo. Gracias a eso, aparece por algún sitio de Internet
o en algún periódico fotos del pueblo y la demanda de alojamiento en las 2
casas rurales que hay en la localidad crece, aunque sus propietarios no se
hubiesen unido a la iniciativa de los vecinos. ¿Qué ha ocurrido? Que tendremos
un ejemplo de externalidad positiva.
En economía una externalidad es cuando los costes o
beneficios directos de una actividad no reflejan los costes o beneficios
totales de dicha actividad. En nuestro caso, el beneficio directo nuestro al
mejorar la decoración de nuestra casa es claramente inferior al beneficio total
que genera en nuestro pueblo.
También puede darse en sentido
contrario. Supongamos que cerca de nuestro pueblo hay un rio y la gente tanto
del pueblo como los visitantes aprovechan para disfrutar paseando por su
rivera, y comer en su agradable entorno. Un poco más arriba se instala una
industria que empieza a verter residuos en el rio. Esto crea nos crea un coste:
el rio se deteriora y deja de ser agradable su vista y el comer cerca de él. En
cambio, la empresa no interioriza este coste, su coste individual es menor al
total real. Tenemos una externalidad
negativa.
¿Cómo solventar esto? Uno de los
principales economistas que abordó este tema fue Arthur Pigou, quien indicó que era necesario
introducir un impuesto que haría internalizar al causante del “daño” el coste
que estaba generando. Con ello a lo que le cuesta producir a la empresa de
nuestro pueblo se le suma el impuesto y esto sería igual a lo que le cuesta a
la sociedad que la empresa produzca.
Posterior a Pigou, Ronald Coase plantearía otra solución a este problema
mediante “el problema del coste social”:
mediante negociaciones se puede resolver el asunto. La empresa negociaría con
el pueblo y este último pagaría una cantidad a la empresa para que reduzca su
contaminación. Con ello conseguiría que volviesen los turistas, más gente
quisiera vivir en el pueblo,.. Si estos beneficios superan al pago realizado a
la empresa, la localidad se habría visto beneficiada.
También se puede plantear al
revés, y que la empresa abone una cantidad al ayuntamiento y este le permita
seguir contaminando. Si lo que abona es superior a los beneficios que deja de
tener por permitir la contaminación, la solución habrá sido beneficiosa para
nosotros.
Para que esto se produzca los
derechos de propiedad tienen que estar bien definidos, los costes de
negociación ser bajos, y que todos tuvieran una correcta información. Por tanto
¿es posible la solución planteada por Coase para un bien público? Difícilmente,
pues en estos no está definida claramente la propiedad. ¿Cómo negociar el
mantenimiento del aire puro? Este es un bien del que no se puede excluir a
nadie y que afecta a nivel mundial. Una de las soluciones que se han planteado
son los “derechos de emisión” en el que se establecen unos límites para
contaminar a las empresas. Aquellas que contaminan menos pueden vender sus
derechos a aquellas que más lo hacen para poder sobrepasar el límite
establecido.
¿Existen externalidades en la
sanidad o educación? La respuesta sería afirmativa. Si conseguimos que una
mayor parte de la población esté vacunada ante alguna enfermedad, todos se
benefician, incluido los no vacunados, ya que también reducen su probabilidad
de adquirir la enfermedad. Asimismo, que una sociedad esté bien formada es
beneficioso para todos. Por tanto, el beneficio social es superior al
individual. Por lo tanto, si tiene acceso a la sanidad y a la educación gente
que no pueda hacer frente a su coste, el beneficiado no es solo él, sino toda
la sociedad.
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