Daniel Pennac fue, según él
mismo, un zoquete, pero termino convirtiéndose en profesor de lengua francesa y
actualmente escritor. Uno de sus libros mas vendidos en Francia en “Mal de
escuela” donde relata experiencias de su vida como maestro centrándose en
alumnos que como él tenían miedos a la escuela, que eran malos estudiantes,
unos zoquetes. Expone en su libro algunas ideas sobre las que reflexionar.
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Los alumnos no van solos a la escuela, los
influye todo lo que les rodea dentro y fuera de la escuela.
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Enfrentarse a los miedos del alumno con sus
propios miedos: a la gramática se la vence con gramática.
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Cada alumno tiene su propio ritmo. Hay que conocerle.
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Juego como arma para el esfuerzo. Este no
reduce la seriedad que el aprendizaje conlleva.
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La estructura cerrada que creamos de las
clases (55 minutos diarios en 5 o 6 clases sucesivas) si influyen en los peores
alumnos.
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Hay que devolver la capacidad de pensar a los
alumnos. Fuera de clase son considerados como niños-clientes.
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Existe una visión de la violencia como ciega,
inmediata extrema. Se está perdiendo el sentido de la realidad.
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No es posible enseñar sin dificultades.
Dentro del grupo de alumnos
que tiene a su cargo el profesor, este debe conocer a cada uno de ellos, saber
que hay detrás de ellos y conseguir que todos tengan confianza en sí mismos y
se enfrenten a sus miedos, dudas o expectativas creadas, de cara a conseguir
una mejora diaria y lograr los objetivos marcados al final del curso. Las
expectativas creadas por ellos o por los educadores no pueden marcar
definitivamente el resultado final.
Se suelen denominar como
“expectativas adaptativas” aquellas en las que los individuos predicen el
futuro de una variable teniendo en cuenta el comportamiento histórico de dicha
variable. Si aplicamos esto al resultado que obtendrán los alumnos en las
pruebas finales de evaluación, puede llevar al profesor a esperar una mala nota
de un alumno que hubiera obtenido malos resultados en el curso anterior, sin
entrar a valorar otras variables. La pérdida de confianza del alumno en sí
mismo, la renuncia al esfuerzo y la incapacidad de concentración, lleva al
fracaso de estos alumnos. Hay que conseguir que recuperen el esfuerzo, el poder concentrarse para vencer ese fracaso.
Pero un profesor no puede
quedarse en ello y debe conocer al alumno. Las personas desde su nacimiento no
son todo lo que pueden llegar a ser, se van desarrollando día a día. Hay una
parte de él que es lo que denominamos “síntesis pasiva” sobre la que la persona
no puede decidir, pero también hay una “acción humana libre” que es otro factor
del proceso de individualización del ser humano y mediante el cual la persona
elige un proyecto para su vida. Sobre el alumno influyen tanto variables físicas
y biológicas como el entorno en el que crece y convive: la familia, su grupo de
amigos,.. esto es, la comunidad en la que convive, que tendrá una influencia a
veces positiva, a veces negativa sobre él.
El que tanto el educando
como el educador partan de la idea que el alumno es un zoquete y esto es
inamovible, va a conseguir que al final del curso se cumpla la expectativa
creada y el alumno sea catalogado con las notas como un mal alumno. Pero hay
que saber que cada educando tiene su ritmo de aprendizaje, que dentro de la
orquesta que es nuestra sociedad, habrá alumnos que toquen un instrumento u
otro, y que la labor del educador es saber el ritmo que necesita y el
instrumento que es capaz de tocar. El educando debe enfrentarse a sus miedos y
resistencias con sus propios miedos: a la gramática con la gramática, a las
matemáticas con matemáticas,.. sin rehuirla.
Con ello, vemos que la labor
del profesor no es algo mecánico ni monótono sino un arte en sí mismo. Debe ser
capaz de sacar lo mejor del alumno, sabiendo que cada uno es distinto y hay que
enfrentarse a él de manera individual y única, no como si la clase fuese una
cadena de montaje con piezas homogéneas.
Las clases diarias son un
continuo proceso de comunicación, pero esta no puede reducirse a una
comunicación objetiva, en el que cosificamos al otro. Tiene que haber una
pasión comunicativa, donde se tome en consideración a todos los alumnos y todos
se sientan considerados. Todos los alumnos son casos especiales y todos
comparten una misma clase.
La relación educativa que se
establece entre el educando y el educado debe ser una relación de ayuda y de
búsqueda de plenitud del educando. Mediante esfuerzo por ambas partes. Este es
otro punto sobre el que se debe incidir. El alumno está acostumbrándose a
obtener cosas sin contraprestación, y en la escuela se deben satisfacer las
necesidades por medio de obligaciones que se deben cumplir. Pero el educador
también tiene que ser consciente que no es posible enseñar sin dificultades. El
mismo esfuerzo que el educador pide al educando debe exigirse de sí mismo.
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