El pasado Martes 26 se cumplió cien años del nacimiento de Julio Cortázar. Aunque a lo largo de la semana se ha hablado mucho de ello y en numerosas páginas han aparecido artículos sobre ello, quiero recordarlo y hacerle un pequeño homenaje copiando un párrafo de su libro más conocido Rayuela, donde nos enseña como jugar y a la vez lo único que necesitamos para llegar al cielo.
“La rayuela se juega con una piedrita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrita, un zapato, y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores. En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, es muy difícil llegar con la piedrita al Cielo, casi siempre se calcula mal y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes casillas (rayuela caracol, rayuela rectangular, rayuela de fantasía, poco usada) y un día se aprende a salir de la Tierra y remontar la piedrita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo, (Et tous nos amours, sollozó Emmanuèle boca abajo), lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrita hasta el Cielo, se acaba de golpe la infancia y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la especulación de otro Cielo al que también hay que aprender a llegar. Y porque se ha salido de la infancia (Je n'oublierai pas le temps des cérises, pataleó Emmanuèle en el suelo) se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrita y la punta de un zapato.”
Dejo además un cuento narrado por él. Tan buenos o mejores que su novela más famosa, son sus cuentos, un universo maravilloso en el que bucear en cualquier momento.
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