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sábado, 20 de septiembre de 2014

PAULO FREIRE. PEDAGOGÍA DE LA AUTONOMÍA


Paulo Freire (1921-1997) fue un educador y pedagogo brasileño, conocido entre otros muchos aspectos por su pedagogía crítica y su gran labor y su gran labor con los oprimidos de su país y su labor alfabetizadora con los adultos.
 Aquí  voy a extraer algunas de sus ideas de su libro “Pedagogía de la Autonomía, saberes necesarios para la práctica educativa” de 1996.

Uno de los puntos sobre el que gira la obra es que enseñar no es transmitir conocimientos, sino crear las posibilidades de su producción o construcción. Sobre el alumno se debe generar una gran curiosidad que tienda siempre a más, frente a la tradicional enseñanza “bancaria”. Los educandos deben aproximarse con rigor a los objetos cognoscibles, frente al discurso transferidor del conocimiento bancario. De esta forma los educandos se van transformando en sujetos reales de la construcción y reconstrucción del saber enseñado. A su vez vamos produciendo el conocimiento aún no existente. Quien enseña aprende al enseñar y quien aprende enseña al aprender. Para llevar esto a cabo es necesario que la enseñanza se realice con investigación y con un carácter crítico. Sin estos dos puntos, Freire considera que no hay enseñanza. Además apunta que el enseñar es una aventura creadora y su conocimiento algo inacabado.
Importante son los aspectos que cita cuando habla de la labor del educador. Y destacaría su insistencia en la ética de los profesores, en que mantengan una rectitud ética, en no decir una cosa y hacer la contraria. Además el enseñar exige una toma consciente de decisiones “No es la neutralidad de la educación lo que debo pretender sino el respeto, a toda prueba, a los educandos, a los educadores y a las educadoras”. El enseñar exige comprender que la educación es una forma de intervención en el mundo. La educación nunca fue ni puede ser neutra o indiferente.


Freire consideraba la educación como transformadora de la sociedad y de las desigualdades que veía a su alrededor. Pero ello implicaba también un respeto a los saberes de los educandos, especialmente los de las clases populares y discutir con ellos la razón de ser de esos saberes. Ello se llevaría a cabo con diálogo y con la necesidad de saber escuchar. Veía Freire una total desconsideración por la formación integral del alumno y su reducción a puro adiestramiento. Se produce un “hablar a” y no un “hablar con”. Pero esta capacidad de diálogo no niega la validez de momentos explicativos y narrativos en el que el profesor exponga o hable del objeto.
Con estas actitudes sería posible su convicción de que el cambio es posible, tomando consciencia todos de una actitud rebelde frente a la resignación a los problemas futuros. La escuela debe ser consciente de las condiciones sociales, culturales y económicas de sus alumnos, familias y vecinos.

Por último indica que el educador debe lidiar con 2 actitudes: autoridad-libertad. Los extremos son el autoritarismo y el libertinaje. La autoridad-libertad se tiene que ir convirtiendo al ideal del respecto común que es la única manera de legitimarse. La libertad sin límite es tan negativa como la libertad asfixiada. Por ello el educando que ejercite su libertad se volverá tanto más libre cuando más éticamente vaya asumiendo la responsabilidad de sus acciones.

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