Paulo Freire (1921-1997) fue un
educador y pedagogo brasileño, conocido entre otros muchos aspectos por su pedagogía
crítica y su gran labor y su gran labor con los oprimidos de su país y su labor
alfabetizadora con los adultos.
Aquí voy a extraer algunas de sus ideas
de su libro “Pedagogía de la Autonomía, saberes necesarios para la práctica
educativa” de 1996.
Uno de los puntos sobre el que
gira la obra es que enseñar no es transmitir conocimientos, sino crear las
posibilidades de su producción o construcción. Sobre el alumno se debe generar
una gran curiosidad que tienda siempre a más, frente a la tradicional enseñanza
“bancaria”. Los educandos deben aproximarse con rigor a los objetos
cognoscibles, frente al discurso transferidor del conocimiento bancario. De
esta forma los educandos se van transformando en sujetos reales de la
construcción y reconstrucción del saber enseñado. A su vez vamos produciendo el
conocimiento aún no existente. Quien enseña aprende al enseñar y quien aprende
enseña al aprender. Para llevar esto a cabo es necesario que la enseñanza se
realice con investigación y con un carácter crítico. Sin estos dos puntos,
Freire considera que no hay enseñanza. Además apunta que el enseñar es una
aventura creadora y su conocimiento algo inacabado.
Importante son los aspectos que
cita cuando habla de la labor del educador. Y destacaría su insistencia en la
ética de los profesores, en que mantengan una rectitud ética, en no decir una
cosa y hacer la contraria. Además el enseñar exige una toma consciente de
decisiones “No es la neutralidad de la educación lo que debo pretender sino el
respeto, a toda prueba, a los educandos, a los educadores y a las educadoras”.
El enseñar exige comprender que la educación es una forma de intervención en el
mundo. La educación nunca fue ni puede ser neutra o indiferente.
Freire consideraba la educación
como transformadora de la sociedad y de las desigualdades que veía a su alrededor.
Pero ello implicaba también un respeto a los saberes de los educandos,
especialmente los de las clases populares y discutir con ellos la razón de ser
de esos saberes. Ello se llevaría a cabo con diálogo y con la necesidad de saber
escuchar. Veía Freire una total desconsideración por la formación integral del
alumno y su reducción a puro adiestramiento. Se produce un “hablar a” y no un “hablar
con”. Pero esta capacidad de diálogo no niega la validez de momentos
explicativos y narrativos en el que el profesor exponga o hable del objeto.
Con estas actitudes sería posible
su convicción de que el cambio es posible, tomando consciencia todos de una
actitud rebelde frente a la resignación a los problemas futuros. La escuela
debe ser consciente de las condiciones sociales, culturales y económicas de sus
alumnos, familias y vecinos.
Por último indica que el educador
debe lidiar con 2 actitudes: autoridad-libertad. Los extremos son el
autoritarismo y el libertinaje. La autoridad-libertad se tiene que ir
convirtiendo al ideal del respecto común que es la única manera de legitimarse.
La libertad sin límite es tan negativa como la libertad asfixiada. Por ello el
educando que ejercite su libertad se volverá tanto más libre cuando más éticamente
vaya asumiendo la responsabilidad de sus acciones.
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