En un reciente capítulo del
programa redes
se hablaba que nos influye a la hora de elegir y tomar decisiones y como
ejemplo se mostraba un curioso juego: el ultimátum.
Las reglas son sencillas: hay 2
jugadores: A y B que no se conocen. Al primero se le dan 100 Euros en billetes
de 10 y debe proponer un reparto de dicha cantidad al jugador B. Este segundo
participante tiene 2 opciones: aceptarlo y por tanto cada uno se irá con la
cantidad asignada o rechazarlo, con lo que se acaba el juego un ninguno se
lleva nada.
¿Qué reparto se producirá? ¿Qué haríamos
nosotros siendo el jugador A o el jugador B?
El reparto racional sería de
90-10. ¿Por qué? El jugador B tiene que aceptar cualquier oferta. Ha entrado al
juego sin nada y en el peor reparto posible se iría con 10 euros, que siempre
es más que nada. Sabiendo esto, el jugador A ofrecerá el mejor reparto posible
para él. Por tanto ofrecerá 90 para él 10 para el B y este aceptaría.
Pero en distintos experimentos se
ha visto que esto no sucede. En muchos casos en los que ofrece 90-10 el jugador
B lo rechaza y se marchan ambos sin nada. El motivo es que se juntan 2
razonamientos en el cerebro:
a) Racional
y lógico que se da en el corte pre frontal.
b) Emocional:
intenta restablecer la justicia
En este enfrentamiento gana la
decisión emocional. La injusticia se considera algo innato y está localizado en
el cerebro. En la práctica la mayoría de los casos se ofrece un reparto
equitativo. Gracias a esta capacidad inconsciente se consigue justicia.
En este enlace de la Universidad Carlos III podemos ver un estudio sobre este juego,
donde además se analiza distintos resultados que se dan por variaciones
culturales.
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